Vistas de página en total

domingo, 20 de enero de 2013





Comentario de texto: Libro del Buen Amor, Arcipreste de Hita.




(1) ¡Ay, Dios, cuán hermosa viene Doña Endrina por la plaza!
¡Ay, qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡Qué cabellos, qué boquilla, qué color, qué buenandanza!
Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.
(5) Pero tal lugar no era para conversar de amores; 
acometiéronme luego muchos miedos y temblores, 
los mis pies y las mis manos no eran de sí señores, 
perdí  seso, perdí  fuerza, mudáronse mis colores.
(9) Unas palabras tenía pensadas para le decir,
la vergüenza ante la gente otras me hace proferir;
apenas era yo mismo, sin saber por dónde ir;
mis dichos y mis ideas no conseguían seguir.
(13) Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta
y, a veces, mal perro atado está tras la puerta abierta; 
es bueno disimular, echar alguna cubierta, 
pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta.
(17) “Señora, la mi sobrina, la que en Toledo vivía,
a  vos se encomienda mucho, mil saludos os envía;
si hubiese lugar y tiempo, por cuanto de vos oía,  
tendría placer en veros y conoceros querría.                    
(21) Deseaban mis parientes casarme en esta sazón
con una doncella rica, hija de Don Pepión; (1)
a todos di por respuesta que no la quería, no. moneda.
¡Mi cuerpo será de aquella que tiene mi corazón!”
(25) Luego, hablando en voz baja, dije que disimulaba
porque toda aquella gente de la plaza nos miraba; 
cuando vi que se marchaban y que ya nadie quedaba
comencé a decir la queja de amor que me lastimaba.
Juan Ruiz, Libro de Buen Amor.

(1) Don Pepión: Nombre de moneda.

LOCALIZACIÓN.


Este fragmento pertenece al Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. La obra se inscribe en el denominado Mester de Clerecía, dentro del período de la Edad Media, más concretamente de la Baja Edad Media, que se caracterizaba por un sistema feudal, cuya sociedad era estamental y teocéntrica.

De este libro se conservan manuscritos con dos versiones distintas: una de 1330 y la otra de 1343. Respecto del autor, conviene señalar que se conocen pocos datos de su vida. Al parecer, debió de nacer hacia 1295, hijo ilegítimo de un noble castellano cautivo en tierras musulmanas. Posiblemente fue clérigo de la diócesis de Toledo y miembro de los tribunales eclesiásticos encargados de juzgar la vida licenciosa de los sacerdotes. Tal vez de ahí tomara datos interesantes para su libro.
El Libro de Buen Amor es una obra de contenido diverso, muy heterogéneo, con un hilo narrativo que se ve muchas veces interrumpido por fragmentos de distinta índole. El argumento principal lo constituyen una serie de aventuras amorosas de carácter autobiográfico con distintas mujeres: doña Cruz, las serranas, doña Garoza… Se alternan éxitos y fracasos, aunque abundan más los segundos. En concreto, el fragmento que aquí comentamos pertenece a uno de los episodios amorosos del protagonista convertido ahora en don Melón de la Huerta, quien trata de conseguir los amores de la joven viuda doña Endrina. Se trata de la reelaboración del Pamphilus de amore, comedia latina del siglo XII. 

Fechado en 1330 y de cuyo autor, un tal Arcipreste de Hita, no hay datos concluyentes. Narra, a través de una autobiografía ficticia, sus aventuras amorosas que acaban siempre en fracaso.

La obra está dividida en cinco partes:

1. Una introducción donde el autor explica el sentido e interpretación del libro.
2. Una autobiografía ficticia del autor, que consiste en narrar sus amores con distintas mujeres, ayudado por Trotaconventos.
3. Una narración de los amores de don Melón y doña Endrina.
4. Una colección de ejemplos, fábulas y cuentos, que sirven como enseñanza moral y cierre de los episodios.
5. El relato alegórico de la batalla de don Carnal y doña Cuaresma.

       Este fragmento pertenece a la tercera parte donde se narran los amores de don Melón y doña Endrina. En él se nos presenta a don Melón enamorado de doña Endrina a la que pretende declarar su amor.

      En cuanto a la métrica es de destacar la polimetría propia de este texto. El autor utiliza la cuaderna vía para la narración, como observamos en este fragmento, y el villancico o el zéjel para las composiciones religiosas.

     El realismo es la característica estilística que resalta en esta obra: se representa a toda la sociedad de la época dando una visión realista de la misma. Además, este autor utiliza la sátira, el humor y el tono juglaresco junto con la mezcla de lo culto y popular.

      Parece que la intención del autor era moralizante, enseñar a los hombres que deben seguir el Amor Divino y no el amor carnal, pero a lo largo de la obra observamos la ambigüedad en su intención ya que parece ofrecer técnicas para disfrutar de los placeres carnales más que para evitarlos.

GÉNERO.

        Se trata de un texto narrativo escrito en verso que corresponde al mester de clerecía. Se utiliza la cuaderna vía: versos alejandrinos, monorrimos con rima consonante como se puede observar en el fragmento que estamos comentando.

Además de la tipología narrativa, encontramos la descripción sobre todo en la primera estrofa donde don Melón alaba la belleza de doña Endrina. El diálogo se halla entre la quinta y sexta estrofa, donde el propio don Melón transcribe el comienzo de su conversación con doña Endrina utilizando el estilo directo.

Los autores del Mester de Clerecía eran conscientes de estar escribiendo para la posteridad y por tanto cuidan el lenguaje.

La finalidad del Mester de Clerecía era didáctica y, en este sentido, esta obra pretende enseñar el buen camino a los jóvenes para que no pequen. Esta actitud está ligada al contexto en el que se inscribe, donde el poder de la iglesia lo abarca todo y amedrentaba al pueblo analfabeto. Con este sentido didáctico probablemente se emplea la técnica de la autobiografía, que es novedosa y no la volveremos a encontrar hasta El Lazarillo de Tormes. 

    Encontramos en esta obra un personaje muy importante, la Trotaconventos, que en el S.XV dará lugar a La Celestina de Fernando de Rojas.

       En este fragmento, se nos muestra a don Melón profundamente enamorado de doña Endrina a la que intenta declarar su amor. La finalidad didáctica se puede apreciar en la idea del amor como enfermedad que enloquece al que cae en sus garras.

TEMA Y RESUMEN.

El tema principal del fragmento es el deseo de don Melón de expresar su queja de amor a doña Endrina. Como temas secundarios, se distinguen el miedo a las habladurías de la gente (“Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta/ es bueno disimular, echar alguna cubierta/ pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta”), y la importancia del dinero entre las clases burguesas (“Deseaban mis parientes casarme con una doncella rica, hija de don Pepión”).

Respecto a los tópicos literarios presentes en el texto, podemos diferenciar los siguientes: loco enamorado, ya que el protagonista parece perder la razón por el amor de la amada (“acometiéronme muchos miedos y temblores/ los mis pies y las mis manos no eran de sí señores/ perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores/ apenas era yo mismo/ mis ideas no conseguían seguir”…); y quejas del enamorado (“Cuando vi que se marchaban/ comencé a decir la queja de amor que me lastimaba”).

ESTRUCTURA.

El fragmento presenta una clara estructura narrativa que se puede dividir en las siguientes partes:

a) 1ª parte (versos 1-8): don Melón expresa lo que siente cuando ve a doña Endrina en la plaza y cómo pierde el control de sus acciones.
b) 2ª parte (versos 9-24): con la excusa de darle recuerdos de su sobrina, don Melón se acerca a la dama intentando disimular ante toda la gente que los mira.
c) 3ª parte (versos 25-28): finalmente, cuando todos se marchan, el protagonista expresa su queja de amor a doña Endrina.

    La estructura del fragmento es lineal, pues la acción se desarrolla en orden cronológico. Sin embargo, el hilo narrativo se ve interrumpido en la estrofa cuarta, en la que el autor introduce una reflexión de carácter didáctico acerca de cómo hablar a una dama en un lugar público.

     En cuanto al narrador, se utiliza la primera persona protagonista, lo que lleva a interpretar el texto (y la obra) como una autobiografía del arcipreste, aunque ello nunca fue corroborado. Los personajes que aparecen en este fragmento son don Melón, protagonista y personaje arquetípico que parece encarnar una caricatura del “loco enamorado”; doña Endrina, que representa la dama delicada por la que suspira el galán; don Pepión, personaje que simboliza la nueva burguesía y que sólo es mencionado en el texto; y la gente de la plaza como personajes fugaces. Como vemos, los personajes se corresponden con el tono humorístico que predomina en la obra, en este caso, disfrazado en los nombres elegidos para los amantes (nombres de frutas) y el de don Pepión (nombre de moneda, en representación de su riqueza).

     En el fragmento las referencias al tiempo externo son escasas, emplea el adverbio “luego” en dos ocasiones para expresar la continuidad temporal de los hechos que se narran.  En cuanto al tratamiento del tiempo interno emplea elipsis y  sumario, en el relato de los hechos,  y tiempo escena en la reproducción del diálogo.

     El espacio, según su ubicación, es abierto, ya que se desarrolla en una plaza, (“Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta…”) y según su relación con la realidad es real y verosímil.


ANÁLISIS DE LA FORMA.

El análisis métrico nos muestra el uso de la cuaderna vía, estrofa característica del Mester de Clerecía, aunque los versos en su mayoría son de 16 sílabas, divididos en dos hemistiquios. Métricamente las estrofas son un ejemplo de las variaciones del Mester de Clerecía en el siglo XIV. La rima es consonante, si bien en la primera estrofa los versos riman en asonancia.

Algunas figuras literarias que se pueden identificar en el fragmento son las siguientes:
Se inicia la primera estrofa, con un claro vocativo (¡Ay Dios!),  que no es sino un suspiro ante la presencia de doña Endrina, para después transmitirnos el ritmo acelerado de don Melón ante su aparición por la plaza, lo que consigue mediante recursos literarios
basados en la repetición: la anáfora (versos 2 y 3) o el paralelismo (determinante exclamativo + sustantivo) y el asíndeton: “qué talle, qué donaire, qué alto cuello…”

Estas enumeraciones sustantivas las utiliza para describir a doña Endrina: talle, donaire, cabellos, boquilla, color, buenandanza, si bien la falta de adjetivación deja la descripción un tanto a la imaginación del lector que debería “completarla”. Para ensalzar su belleza, acude el Arcipreste, además de a la enumeración, al uso de la metáfora: “qué alto cuello de garza”, así de esbelta y ágil es su enamorada. Pero, además, metafóricamente, como Cupido, su mirada se clava en el corazón de quien la contempla (“con saetas de amor hiere…”).

Y a su efecto en don Melón dedica Juan Ruiz la segunda estrofa. Tras un primer verso tal vez algo narrativo (“Pero tal lugar no era…”), recobra de nuevo el tono y con la ayuda del propio ritmo silábico, de la rima, de personificaciones (“los pies míos y mis manos no eran de sí señores”), cierra la estrofa de nuevo intensamente con la repetición “perdí seso, perdí fuerza” que nos deja la imagen de un don Melón sin fuerzas, sin color, perdido ya todo raciocinio.
En la tercera estrofa nos encontramos con un hipérbaton en el primer verso: “Unas palabras tenía pensadas para le decir”.
Volvemos a encontrar el empleo de la exclamación retórica en el último verso de la sexta estrofa: “¡Mi cuerpo será de aquella que tiene mi corazón!”.
Por otro lado, merece especial mención el uso de rasgos juglarescos en la obra del arcipreste. En este fragmento en cuestión aparece el estilo directo, lo que otorga frescura al texto y lo acerca al “habla viva” del pueblo. El empleo del refrán “mal perro atado está tras la puerta abierta” en el verso segundo de la cuarta estrofa, tiene el mismo sentido que el empleo del estilo directo, pues se trata de un rasgo característico de los juglares. En esta misma línea, el uso del diminutivo “boquita” en el tercer verso de la primera estrofa, también es propio del habla popular.